domingo, 1 de diciembre de 2013

Mi primera experiencia lésbica

No soy lesbiana y excepto por la admiración y curiosidad que me provocaban algunos cuerpos femeninos nunca me había sentido atraída por una mujer. Sin embargo, mi primera experiencia sexual fue con una amiga del colegio.
Con los chicos nunca había pasado de algún morreo y tímidos tocamientos por encima de la ropa.
Yo tendría unos trece años, era verano, y como casi todas las tardes quedé con ella para ir a la piscina.
Eramos demasiado niñas, demasiado infantiles, nos gustaba fijarnos en los chicos, en como se les marcaba el paquete en sus ajustados meyba (eran los trajes de baño que se llevaban en esa época y casi todos los llevaban tipo nadador).





También nos fijábamos en las chicas, en como se les marcaban los pezones cuando salían del agua, y otras veces en los nuestros propios, que nos tocábamos para provocar su erección y o para bajarla.
Terminada la sesión de piscina, fuimos a las duchas, sólo había cabinas individuales y normalmente no compartíamos ducha por ser demasiado pequeñas. Pero ese día estaban todas ocupadas y decidimos entrar en la misma porque habíamos quedado y se nos hacía tarde.
Nos quitamos los trajes de baño y empezamos a jabonarnos, sin dejar de mirar de reojo la una el cuerpo de la otra. Ella estaba bastante más desarrollada que yo, tenía mucho más pelo en el pubis y unas tetas pequeñas pero adornadas con unos preciosos pezones, creo que lo que más me llamó la atención fueron sus pezones. Me sorprendí a mi misma queriendo quitarle el jabón que tenía sobre ellos con mi lengua.
Debido a lo pequeña que era la ducha (eso creía yo, posteriormente me confesó que lo hizo adrede), en uno de sus movimientos mi amiga rozó una de mis tetas, una especie de corriente eléctrica recorrió mi cuerpo, noté como se me erizaban todos los pelos. Quise repetir esa sensación e intenté provocar un nuevo roce, ella también lo buscaba porque fue demasiado fácil. El resultado fue siempre el mismo, pequeñas descargas eléctricas desde la base de mi nuca hasta mi vagina.
Deseosa de saber si tocar una teta me provocaría lo mismo, busqué el roce de sus pezones con mis brazos, mi codo, mi espalda y cuando me sentí más atrevida con mis pechos. Pasó una cosa que me extrañó, me gustaba mucho más. Eran suaves, duritos... nunca había tocado nada igual.
No sé como ocurrió, pero en poco tiempo pasamos de los roces casuales a tocarnos y masajearnos las tetas. Nos besamos sin dejar de tocarnos, fueron los besos más sensuales que me habían dado en la vida (hasta entonces mis experiencias con los chicos habían sido poco afortunadas, demasiados dientes, mordiéndome los labios y la lengua con brusquedad).
Nuestras lenguas jugueteaban con suavidad, nos lamíamos los labios, alternábamos la suavidad con la pasión.
Ya no podía estar más caliente y decidí hacer lo que llevaba pensando desde que entramos en la ducha: lamer y chupar sus tetas.









Estaba yo recreándome en sus maravillosos pezones cuando sentí su mano bajando hacia mi vagina, la acarició, y después de abrirla se dedicó a masturbarme el clítoris. Han pasado muchos años desde entonces y no he encontrado a nadie que lo haga con tanta habilidad como lo hicieron sus inexpertos dedos. Lo rodeaba, la presión era la justa, con mucho cuidado para no arañarme de vez en cuando introducía un dedo en mi vagina, lo movía enérgicamente... Mis gemidos fueron en aumento, silenciados por el agua que caía de la ducha. En poco tiempo tuve mi primer orgasmo no provocado por mi mano.
Terminamos de ducharnos y nos vestimos a todo correr porque habíamos quedado y ya llegábamos tarde.
Quedamos en repetirlo en otro sitio más cómodo y sin prisas, pero esa es otra historia...

Nota: Creo que no es necesario aclarar que las fotos que acompañan a este relato no corresponden a ese día






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