Nueve machos empalmados, armas en ristre, huevos llenos de leche. Todos para mi, esperando que llegue su turno para penetrarme, descargar dentro de mi, llenarme y hacer que mi vagina y culo rezumen. De uno en uno, de dos en dos, de tres en tres, no me quedan agujeros libres, tampoco manos. Los que esperan se masturban para estar a tono cuando llegue su turno. Meten sus manos entre el revoltijo de cuerpos para tocar mis tetas. Llega el momento en el que me permiten ponerme de pie. Entonces siento la leche fluir desde mi coño y culo por mis piernas y pienso: ¡Ha sido una gran fiesta!
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